Una mujer contra su leyenda

DORA TÉLLEZ

La estudiante de medicina Dora María Téllez entró al Palacio Presidencial de Nicaragua en la mañana del 22 de agosto de 1978. Iba vestida con el uniforme de un cuerpo de élite del ejército de Anastasio Somoza y llevaba en las manos un fusil Garand semiautomático y varios peines de ocho cartuchos. Era la segunda al mando del grupo de 25 guerrilleros que, durante tres días, mantuvieron como rehenes a los miembros de la Cámara de Diputados, liberaron a decenas de presos políticos, exigieron medio millón de dólares y pusieron a la dictadura en la primera fase de su estadio terminal.

La muchacha que entró al recinto junto al líder del asalto, Edén Pastora, comenzó a ser desde ese momento la Comandante Dos y formó parte del Estado Mayor del sector Occidental Rigoberto López Pérez del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Unos meses después de la llamada Operación Chanchera (porque en el palacio, según los sandinistas, estaban los chanchos, los cerdos) la Comandante Dos dirigió la toma de la ciudad de León, el punto de inicio de la ofensiva final contra Somoza que, en el verano de 1979, a las tres de la madrugada del 17 de julio, se tuvo que montar a toda velocidad en un avión y abandonar Managua.

La inconformidad, el rechazo de Dora María Téllez a la atmósfera que había instalado en su país una dinastía de dictadores, comenzó en la niñez. Nació en Matagalpa, en 1955, y estudió la enseñanza primaria, la secundaria y el bachillerato en la escuela privada para señoritas San José. Ha contado que su padre era de extracción casi proletaria y trabajaba como funcionario. Su madre provenía de una familia burguesa.

La joven comenzó a participar en las juntas directivas de las asociaciones de estudiantes porque era inadaptada y rebelde. Recuerda que la dictadura le hizo su primera ficha de seguridad cuando sólo tenía 13 años. «Termino el bachillerato a los 16 años», escribió, «y entro en la universidad. Ahí cambió todo. Quería estudiar medicina y sólo en León hay medicina, así que entro en la universidad de León y es ahí donde me reclutan como militante».

En esos primeros tiempos, hacia 1972, Téllez y otras amigas como Doris Tijerino y Mary Bolt empiezan a trabajar a toda máquina en el Frente Sandinista dentro del movimiento estudiantil y en gestiones encubiertas para apoyar a los grupos de la guerrilla que ya estaban en la montaña y necesitaban ropas, armas, alimentos y medicinas. También se dedican a preparar casas y sitios seguros para los combatientes que estaban en las ciudades durante las operaciones urbanas.

La actividad de la militante de base alcanzó otras dimensiones y, al mismo tiempo, se hizo más dura y peligrosa la represión de los somocistas. En 1976, cerrada por todas partes y bajo el riesgo de ser asesinada, Dora María Téllez desapareció y siguió con su trabajo revolucionario en el enrevesado universo clandestino de una nación tomada por los militares y en la que predominaba este epigrama como retrato de la vida pública: «Somoza desveliza/ la estatua de Somoza/ en el estadio Somoza»

En sus años de enfrentamiento con la dictadura se hicieron varios anuncios fatales. La mataron en combates y en redadas porque su muerte era un sueño recurrente, una aspiración de sus enemigos. Pero siempre reaparecía viva y fue sus participación en el episodio del Palacio Presidencial la que le dio esa inquietante inmortalidad pasajera que puede otorgar la literatura. El hecho tuvo una enorme repercusión. García Márquez publicó una crónica sobre el suceso ese mismo año.

El autor de Cien años de soledad comentó que el jefe máximo de la acción, Edén Pastora, tenía un nombre que parecía el seudónimo de un poeta en la patria de Rubén Darío. Luego escribió: «La número Dos, única mujer del comando, es Dora María Téllez, de 22 años, una muchacha muy bella, tímida y absorta, con una inteligencia que le habría servido para cualquier cosa grande».

Con los festejos por la huída de Somoza en el aire todavía, la Comandante Dos no entregó sus armas, ni se quitó la ropa tosca y pareja del nuevo ejército. Fue la jefa de la región militar de León. Después ocupó la dirección de otro sector de las Fuerzas Armadas. Más tarde pasó a la vida civil y se hizo cargo de la secretaría política del FSLN en otra zona del país, fue vicepresidenta del Consejo de Estado, diputada a la Asamblea Nacional y Ministra de Salud Pública. Dora María Téllez se ocupó de ese trabajo hasta el año 1990. Cinco años después renunció al FSLN y fundó un grupo político junto a otros compañeros de causa –Sergio Ramírez, Víctor Hugo Tinoco y Henry Ruiz– que se había encontrado en el camino de la rebeldía a la decepción.

La organización se llama Movimiento de Renovación Sandinista (MRS). En 2008, Daniel Ortega lo declaró ilegal y Dora María Téllez hizo en el centro de la capital nicaragüense una huelga de hambre de 13 días. Salió de allí para el hospital enferma y débil, aunque con la sensación de haber asaltado sin armas el Palacio del Gobierno y con una declaración de apoyo que firmaron, entre otros, Bianca Jagger, Juan Gelman, Mario Benedetti y Eduardo Galeano. Hoy es historiadora y conferenciante. Está lúcida, trabaja y escribe todos los días. Le ha enviado este mensaje al presidente de Nicaragua: «Seguiremos denunciando sus desmanes para acabar con su régimen ilegal». La Comandante Dos no es una leyenda. Es una mujer viva.

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